Traducir documentos
Vivir en un mundo global implica que en muchas ocasiones nos veamos en la necesidad de traducir documentos tanto personales como profesionales.
Un traductor profesional y acreditado, además de disponer de las habilidades necesarias, tiene en cuenta diferentes pautas que optimizan el texto traducido de manera que resulte lo más efectivo posible para transmitir el mensaje original.
Traducir es mucho más que trasladar frases de un idioma a otro, es un proceso creativo que conlleva un trabajo importante.
Por ello, es interesante revisar algunos de los errores habituales que aparecen cuando nos planteamos la traducción de un documento.
1. Descuidar la calidad del original
Contar con un texto bien escrito, con el estilo adecuado y adaptado al mensaje, es fundamental antes de pasar a su traducción.
La buena comunicación no conoce fronteras, si el documento está mal redactado o su contenido es confuso, muy probablemente la traducción tendrá las mismas deficiencias.
Vale la pena dedicar tiempo a revisar cada detalle con el fin de garantizar que el documento desde el que traducimos sea claro y transmita fielmente lo que pretendemos comunicar
2. Traducir demasiado
No siempre es conveniente traducir literalmente todo lo que contiene el original. En ocasiones hay mucha cantidad de texto que no resulta útil para público del otro país, por ejemplo, cuestiones de ámbito local.
En ese caso, se deberían identificar previamente estos contenidos para decidir cuales se pueden eliminar para centrarse en la calidad del resto del texto.
3. No tener una visión internacional
Hay que tener muy presente que el lector de otro país tiene una perspectiva diferente del mundo. En consecuencia , conviene evitar reflexiones o expresiones aplicables solamente en nuestra cultura de origen ya que pueden entenderse mal.
Un traductor profesional nativo puede ser de gran ayuda para no meter la pata en este punto y evitar malentendidos.
4. Contratar traducciones low cost
La oferta de traductores es inmensa y se pueden encontrar muchas ofertas. Sin embargo, lo barato suele salir caro, especialmente cuando afecta a la comunicación. Una buena traducción es un trabajo laborioso y complejo, lleva su tiempo, y el tiempo es dinero.
No te fíes de los precios solamente para hacer la elección, compara otros elementos como trabajos previos, la formación o la profesionalidad. Un equilibrio entre todos estos aspectos es lo ideal.
Aunque sea un poco más caro, vale la pena invertir por el bien de nuestra imagen.
5. Hacerlo tú mismo
El conocimiento de un idioma no presupone que sepas comunicar correctamente. Una redacción correcta con un estilo adecuado no siempre es fácil de conseguir. Si no traduces regularmente, es mucho más recomendable dejar que un profesional se ocupe del trabajo.
La experiencia y el dominio del idioma nativo son fundamentales para conseguir una traducción precisa y que sea totalmente comprensible por el público.
Si aún así quieres intentarlo, ten en cuenta que a nadie le gusta leer una traducción deficiente de su propio idioma y puedes acabar ofreciendo una mala imagen.
6. Fiarse de traducciones automáticas
La tecnología ha avanzado mucho, pero no lo suficiente para proveer de herramientas de software de traducción que sean realmente fiables.
Si, es cierto que pueden sacar de más de un apuro en momentos puntuales, pero están muy lejos de ofrecer buenas traducciones.
Por ahora, los programadores no han conseguido un producto capaz de equiparase con la habilidad y experiencia de un traductor profesional.
7. No revisar el texto final
Revisar bien el texto, si es posible por varias personas, es un paso fundamental que algunas veces no se hace como se debería, ya sea por las prisas o los nervios finales.
A veces se producen errores de impresión que pasan desapercibidos por desconocimiento del idioma. Pide una lectura del documento final al traductor para que compruebe que todo está en orden.
Una buena idea es pedir una segunda opinión a algún conocido que sea nativo.
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